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La anemofobia es el miedo al viento. Nuestros antepasados temían las tormentas, los vientos fuertes y otros fenómenos naturales que no podían explicar. En el mundo actual, muchos de estos miedos han quedado obsoletos; son más comunes entre los niños (hasta que los padres informan y tranquilizan al niño). Pero hay personas que tienen un miedo pánico al mal tiempo. Cómo se llama la fobia al viento, por qué se produce y qué hacer con ella: vamos a descubrirlo.
Anemofobia: qué es
La anemofobia es el miedo al viento. El nombre está formado por dos palabras griegas: anemos – viento, soplar y phobos – miedo.
La anemofobia es la ansiedad que se siente cuando el viento sopla sobre uno. Dependiendo de la gravedad de la fobia, se produce un ataque cuando el viento es fuerte o cada vez que la persona sale de casa. Si el mal tiempo sorprende a la persona que conduce, el conductor puede detenerse y esperar a que pase el tiempo.
En algunas fuentes existe una definición más amplia de anemofobia: el miedo al aire y a todo lo que lo acompaña. En este caso, el miedo al viento es una forma de anemofobia. También se temen las corrientes de aire, los tornados, las tormentas, las ventiscas, es decir, ciertos fenómenos naturales asociados al movimiento del aire. Otros anemófobos tienen miedo a los secadores de pelo, a los secadores y a otros aparatos domésticos similares.
Señales
Un signo principal es evitar el encuentro con las corrientes de aire. Los anemófobos siguen de cerca las previsiones meteorológicas y eligen cuidadosamente su ropa y accesorios. Algunas personas intentan no salir de casa solo cuando hay tormenta, mientras que otras prefieren la calma total. Como señalan los propios anemófobos, a algunos les asusta el ruido de los árboles y las calles lúgubres, mientras que otros temen ser arrastrados por la fuerza de los elementos.
Durante un ataque de pánico, se producen cambios somáticos:
- sudores fríos;
- falta de aliento;
- sequedad de boca;
- temblando;
- latidos rápidos del corazón;
- debilidad general;
- dolor de cabeza;
- presión sanguínea elevada;
- náuseas;
- mareos;
- desmayos;
- reacciones inapropiadas (llanto, gritos).
¡Esto es interesante! Los anemófobos que temen ser arrastrados por el viento llevan pesos y una cuerda en su bolsa, por si acaso.
La causa de la anemofobia
El miedo es una reacción básica destinada a proteger a una persona en una situación de peligro. No importa si la situación es una amenaza real o imaginaria, el miedo siempre funciona de la misma manera.
Las causas de la anemofobia pueden ser múltiples. Los psicólogos relacionan el desarrollo de la fobia con la influencia de uno de los siguientes factores:
- El susto de la infancia. Miedo al propio viento o a que el niño se pierda en el viento. Las actitudes de los padres, como «no te pongas al viento o te resfriarás», también pueden ser una causa.
- Experiencias personales negativas en la edad adulta. Una persona fue atrapada por un tornado, un torbellino, un huracán. Algún conocido suyo murió como consecuencia del impacto destructivo de los elementos, o la propia persona sufrió graves pérdidas.
- Locura, agotamiento, fascinación por las películas de terror. Desde que estamos en la escuela, los profesores de literatura nos enseñan a prestar atención a la forma en que los autores describen el tiempo. Las corrientes de aire, las tormentas y los temporales siempre se asocian a acontecimientos trágicos y negativos. Esta técnica se utiliza en libros, música y películas. Tal vez quienes ven películas de terror suelen asociar los cambios de tiempo con cambios desagradables en sus vidas.
- Otras fobias.
- Miedo a perder el yo, la identidad, la identidad (teoría del psicoanálisis). Los anemófobos temen perder cosas de valor, pero inconscientemente tienen miedo de perderse a sí mismos. Otras personas tienen miedo al viento porque temen perder el control de su vida, de sí mismos, de la situación. Son inseguros y viven en constante tensión.
- Miedo a salir herido. Lo peligroso no es tanto el mal tiempo en sí, sino los tejados de las casas, los árboles y otros objetos que los elementos arrojan.
Los niños piensan que el viento es un monstruo, una fuerza inimaginable que puede llevarlos muy lejos (de forma similar a como el viento llevaba a Elle en El Mago de Oz). Los padres deben explicar que esto no va a ocurrir, pero que deben seguirse las normas de seguridad.
Cómo afrontarlo
Si la fobia está causada por la incomprensión de un fenómeno natural, los miedos de los niños, puedes tratar la ansiedad tú mismo. Si el caso en el psicotrauma, el trastorno de estrés postraumático, que necesita la ayuda de un psicólogo.
Lucha contra el egoísmo
Fobia en los niños. Los padres deben hablar todo lo posible sobre el viento y cómo protegerse de él. Puedes contar un cuento de hadas positivo o ver con tu hijo un dibujo animado en el que el objeto del miedo actúe como un personaje amable. Lo principal es salir al exterior lo más posible y aprender a interactuar con el viento. Utiliza una cometa, veleros, etc.
Si el miedo se produjo en la edad adulta, hay que recordar cuándo ocurrió. Piensa en la causa. Tal vez las asociaciones sean indirectas, por ejemplo, que se haya separado de un ser querido o que haya perdido algo (alguien) con el viento. O quizás una vez tuviste un fuerte resfriado. En ambos casos, tienes que entender que la negatividad fue causada por algo más.
Ayuda de un consejero
El tratamiento profesional utiliza la psicoterapia cognitivo-conductual, un método de acercamiento gradual al miedo. Se enseña al cliente técnica de relajación y se le anima a salir al exterior. Poco a poco se va aumentando el tiempo de marcha. Si el cliente no puede recordar la causa del miedo, el psicólogo utiliza la hipnosis para buscar en el subconsciente del anemófobos.
Qué tan peligroso
La anemofobia conduce al aislamiento. Una persona deja su trabajo, se niega a reunirse con sus amigos. La complejidad de la fobia radica en que impide ventilar la habitación, encender el ventilador o el aire acondicionado. Como resultado, una persona queda atrapada en una habitación mal ventilada. Todo esto y la tensión constante afectan negativamente al estado físico y mental del individuo.
Una de las consecuencias de la anemofobia es la depresión estacional.
Prevención
Es aconsejable aumentar la tolerancia al estrés y evitar el sobreesfuerzo. Familiarizarse con los procesos de movimiento del aire. El miedo es el resultado de no saber, de no entender. Es importante desarrollar el pensamiento analítico, para resolver problemas psicológicos a tiempo. Es útil formar asociaciones positivas: un paseo con un ser querido, un vuelo en globo, un pícnic en un día de verano, montar en bicicleta, etc.