Tabla de contenidos
Claustrofobia: superar el miedo a los espacios cerrados
Una de las fobias más comunes de nuestro tiempo es el miedo al espacio, que se manifiesta de diversas formas. Entre estos trastornos patológicos, la claustrofobia es el más conocido.
Prevalencia en la población
Se trata de un trastorno al que se enfrentan con frecuencia los mineros que tienen experiencia de primera mano al quedar «atrapados» en desprendimientos de rocas, los submarinistas que han presenciado accidentes de submarinos, las personas que han quedado atrapadas bajo los escombros a causa de terremotos, guerras o atentados terroristas, o los militares que han sido hechos prisioneros. La claustrofobia no es infrecuente en los ciudadanos de a pie, que experimentan ataques de pánico en espacios cerrados o estrechos, como las cabinas de los ascensores o los ferrocarriles subterráneos. Este miedo psicopatológico es una condición común en personas que cumplen o han cumplido una condena en instituciones penitenciarias, donde el área de movimiento accesible está restringida a los confines de la celda de la prisión.
Según los estudios que utilizan los criterios del DSM-IIIR, la incidencia de la claustrofobia en la población adulta es aproximadamente del 5 al 15% en los hombres y del 10 al 25% en las mujeres (Robinsetal).
Manifestación de claustrofobia
Los trastornos ansiógenos-fóbicos presentan síntomas similares a los de los trastornos de ansiedad generalizada, pero los síntomas se desencadenan al estar o esperar circunstancias especiales. Quienes padecen una fobia leve no tienen ansiedad durante la mayor parte de su vida; en las fobias graves, la presencia del miedo domina al enfermo y lo hace susceptible de sufrir ataques insoportables.
Dos características básicas subrayan la presencia de un trastorno fóbico: el individuo tiende a evitar las situaciones que le provocan ansiedad y experimenta una ansiedad inexplicable, anticipando, imaginando o esperando un posible acontecimiento aterrador. Las circunstancias que provocan la claustrofobia incluyen estar en un lugar donde el individuo puede experimentar miedo a los espacios cerrados.
Con este trastorno el individuo tiene un miedo inexplicable e inapropiado a estar en ciertos lugares. El claustrofóbico experimenta una intensa ansiedad cuando se encuentra en una habitación pequeña, especialmente cuando hay pocas o ninguna ventana. El claustrofóbico siempre intentará dejar la puerta abierta y permanecer lo más cerca posible de la salida al entrar en una habitación. La sensación de temor del paciente se agrava cuando no es posible abandonar el lugar inmediatamente si surge la necesidad o el deseo, como en un ascensor, en un tren o en un avión.
Durante la estancia en estos objetos se pueden experimentar una serie de síntomas vegetativos desagradables. La persona claustrofóbica tiene un fuerte impulso de evitar estos estímulos y casi siempre los evita. Por ejemplo, es probable que opten por subir al decimoquinto piso por las escaleras en lugar de por el ascensor. La persona evitará las grandes reuniones de personas en las que sea difícil salir de la multitud inmediatamente.
El claustrofóbico es un visitante poco frecuente en supermercados, estadios, salas de exposiciones, donde hay muchos visitantes. La perspectiva de estar en un espacio cerrado y confinado desencadena un miedo anticipado, que puede ir acompañado de manifestaciones somáticas. Cuando los pacientes se ven obligados a ir a lugares «incómodos», sus pensamientos se centran en una cosa: seguramente se sentirán mal y no tendrán tiempo de salir antes de que se produzca una convulsión. La persona claustrofóbica desarrolla rápidamente un miedo de pánico, su comportamiento cambia drásticamente y trata de salir de la habitación lo antes posible para tranquilizarse.
Si una persona con claustrofobia no busca asesoramiento y tratamiento profesional a tiempo, el trastorno puede volverse crónico. En la forma crónica, la vida del paciente se vuelve completamente dependiente del miedo: sus intereses se reducen, sus contactos sociales disminuyen, se vuelve retraído, pasivo y a menudo deprimido.
La forma grave de este trastorno mental a menudo conduce al desarrollo de enfermedades internas, ya que el individuo se priva de las cosas que hacen posible la vida: aficiones y pasatiempos, excitación sana, sentimientos apasionados y, lo más importante, movimiento.
Investigación sobre la progresión del cáncer junto con el miedo intenso
Tristes relatos de los efectos de la claustrofobia «descuidada» son los que ofrecen los científicos estadounidenses. Han encontrado una relación directa entre el miedo constante e intenso y la aparición del cáncer. Investigadores de la Universidad de Chicago, dirigidos por el Dr. M. McClintock, han descubierto en experimentos que el miedo a los espacios cerrados está directamente relacionado con una enfermedad como el cáncer.
En el estudio participaron 81 mujeres y hombres a los que se les había diagnosticado «cáncer de mama» y ‘cáncer de hipófisis’. Los resultados del seguimiento a largo plazo demostraron una correlación directa entre el nivel de ansiedad y el curso del tratamiento de la enfermedad. La oncología era más difícil de tratar y los tumores se convertían rápidamente en neoplasias malignas en el 80% de los pacientes que tenían algún grado de claustrofobia, a lo que se sumaba el miedo a la muerte. El 20% de los pacientes que participaron en el estudio tenían un fondo psicológico favorable, «con valentía»lucharon contra su ansiedad, trataron de mantener un estado de ánimo alegre y combatieron la enfermedad de todas las maneras posibles.
Claustrofobia: síntomas del trastorno
La fase inicial de claustrofobia puede ser asintomática, con pocos o ningún síntoma, y la persona que la padece tiene un leve miedo a estar en el interior. En el cuadro clínico de la claustrofobia severa el paciente presenta la mayoría de los síntomas somáticos del trastorno ansioso-fóbico. Durante un ataque de pánico los síntomas que se presentan son los siguientes:
- Falta de aliento en ausencia de esfuerzo físico;
- palpitaciones, arritmia, taquicardia;
- presión arterial baja, mareos, desmayos;
- aumento de la sudoración;
- temblores, temblores en las extremidades;
- adormecimiento y hormigueo en las extremidades;
- molestias o dolor en la zona del corazón;
- escalofríos o sensación de «sofocos»;
- molestias abdominales: náuseas, molestias en la zona del estómago.
Cabe destacar que la claustrofobia, que no es grave, puede no manifestarse en absoluto durante cierto tiempo después de los ataques de ansiedad. Sin embargo, sin tratamiento, salvo en casos aislados, después de una breve pausa, la enfermedad volverá con ataques más graves. Para evitar que los síntomas de claustrofobia vuelvan a aparecer, incluso si la frecuencia de los síntomas disminuye o si no hay signos del trastorno, es necesario continuar el tratamiento prescrito por el médico.
El ataque, una vez alcanzado el punto álgido de afectación, se manifiesta como síntomas de ataque de pánico:
- Marcha inestable «tambaleante»;
- desmayo, pérdida momentánea de la conciencia;
- desrealización o despersonalización;
- el miedo a la muerte;
- miedo a volverse loco;
- miedo a cometer actos incontrolables y antisociales.
El diagnóstico debe descartar la posibilidad de un trastorno depresivo en el individuo mediante un examen del estado mental y la esquizofrenia. En la esquizofrenia, los pacientes pueden evitar los espacios cerrados debido a los delirios persecutorios; los pacientes con claustrofobia saben que sus temores perseguidos son infundados, no se corresponden con la imagen real de estar en espacios cerrados.
Distinguir la claustrofobia de otros trastornos o inseguridades
La fobia debe diferenciarse de los rasgos de personalidad acentuados: para algunas personas el miedo a estar en salas llenas de gente delante de otras personas es un signo de inseguridad, timidez o complejo de inferioridad. Hay que distinguir entre la claustrofobia y el comportamiento socialmente inapropiado, que está presente en varios trastornos de la personalidad en individuos con baja inteligencia.
Ayuda a salir de la dificultad de hacer un diagnóstico correcto mediante pruebas detalladas del paciente, examinando la dinámica de desarrollo de la claustrofobia. Es importante no pasar por alto la presencia de trastornos depresivos que se han desarrollado a partir de una larga historia de miedo a los espacios cerrados.
Los pacientes con paranoia a veces evitan ir a lugares concurridos y viajar junto a otros pasajeros en el transporte público. A primera vista, existen similitudes superficiales con la claustrofobia, pero si el examen del estado mental revela la presencia de delirio de persecución o de actitud, el comportamiento de evitación no es en absoluto un síntoma de miedo a los espacios cerrados.
Claustrofobia: causas
Actualmente, los médicos y los científicos no se ponen de acuerdo en una única teoría sobre el motivo de la claustrofobia. Hay varias hipótesis. A continuación se resumen las principales teorías.
Razón 1.
La claustrofobia es consecuencia de un susto severo vivido en la infancia, una estancia prolongada con sensación de peligro, de indefensión. El impulso del miedo a los espacios cerrados puede ser un trauma psicológico sufrido durante la infancia en una situación de peligro (por ejemplo, cuando un niño presencia un incendio en un piso).
Razón 2.
Los ataques de pánico pueden producirse después de que una persona haya tenido una experiencia aterradora en un espacio cerrado. La aparición súbita de un ataque de ansiedad grave sirve de irritante para otros temores fóbicos. Es lógico suponer que el desarrollo posterior de los signos del trastorno se debe a la confluencia de dos factores: un reflejo condicionado establecido y fijo y patrones de pensamiento anormales.
Razón 3.
La claustrofobia puede ser un trastorno secundario y es una característica de otras enfermedades psiquiátricas. Al examinarla, a veces se descubre que la claustrofobia es el resultado de una neurosis que se produce poco después de una enfermedad infecciosa prolongada, de procedimientos quirúrgicos o de un parto. Los signos clínicos de la enfermedad sugieren que la fobia se debe a una enfermedad cerebral orgánica. Una prueba de la existencia de una causa orgánica de la claustrofobia fue la incidencia del trastorno de ansiedad registrada en la década de 1920 tras una epidemia de encefalitis letárgica.
Razón 4.
Según la hipótesis psicoanalítica, la ansiedad intensa se produce cuando un individuo tiene un conflicto psíquico inconsciente sobre impulsos agresivos inaceptables de los demás (Mathewseta).
Razón 5.
La teoría cognitiva sugiere que los episodios de ansiedad grave e inexplicable se desarrollan en el individuo hipersensible e impresionable, que presta una atención excesiva a los síntomas autonómicos menores y los teme, interpretándolos como evidencia de una enfermedad grave y potencialmente mortal. Aunque los síntomas somáticos están presentes en los pacientes con claustrofobia, aún no se ha establecido si preceden o siguen al miedo a los espacios cerrados.
Razón 6.
Los defensores de la teoría «biológica» de la hipótesis del origen de la ansiedad sostienen que los ataques de pánico son el resultado de mecanismos inhibitorios deficientes, inadecuados o insuficientes en las áreas cerebrales que controlan la ansiedad.
Razón 7.
Las características de la personalidad del paciente tienen un papel importante en el desarrollo de la claustrofobia. Estos pacientes suelen ser personas indecisas, no autosuficientes y dependientes, que tienden más a evadir los problemas que a tomar medidas concretas y afrontar las dificultades. Los resultados de la investigación clínica confirman que la mayoría de los claustrofóbicos han estado rodeados en su infancia de una actitud paterna hiperprotectora. Se ha sugerido que de los padres que sufren ataques de pánico, el niño adopta los síntomas correspondientes como resultado de la absorción imitativa.
Razón 8.
Factor genético. El miedo a los espacios cerrados se encuentra en aproximadamente el 10% de los padres de pacientes claustrofóbicos (Rudin; Brown). Aunque esta cifra es baja, es significativamente más alta entre los otros factores que causan el trastorno. Los estudios sobre la presencia de miedos similares en gemelos han ayudado a identificar un componente hereditario en el desarrollo de las fobias. Sin embargo, hasta la fecha no se han estudiado ni comunicado suficientes casos para poder llegar a una conclusión inequívoca sobre la predisposición genética a los trastornos de ansiedad.
Claustrofobia: tratamiento
La clave para conseguir un efecto sostenido a largo plazo en el tratamiento de la claustrofobia es que el individuo acuda a un centro médico a tiempo. El tratamiento del trastorno se vuelve considerablemente más difícil cuando éste adopta una forma crónica grave.
Los métodos de tratamiento de la claustrofobia son los mismos que los utilizados para otros trastornos de ansiedad-fobia. El tratamiento suele constar de varias etapas.
Etapa 1: Explicación del especialista.
Al paciente claustrofóbico se le explica la causa de los síntomas y puede ser necesario hablar con él para disuadirle de que sus síntomas son «síntomas de una condición médica grave o de locura». La comunicación regular de apoyo con un psicólogo es útil en el proceso de recuperación.
Paso 2: terapia con medicamentos.
Hoy en día no se dispone de ningún medicamento específico para el tratamiento de la ansiedad en espacios cerrados. Y cada psiquiatra desarrolla un esquema individual para tratar al paciente, en función de la gravedad del trastorno.
Normalmente, el tratamiento comienza con la designación de ansiolíticos, tranquilizantes benzodiazepam. Proporcionan un alivio considerable de los síntomas autonómicos y reducen la frecuencia de los ataques. Sin embargo, no deben utilizarse durante más de 2-3 semanas. Si hay delirio, se utilizan fármacos neurolépticos. Un papel fundamental en el tratamiento de la claustrofobia lo desempeñan los pacientes que toman antidepresivos durante un periodo prolongado (3-6 meses).
Paso 3: Psicoterapia.
La mejor opción en el tratamiento de la claustrofobia es una forma de terapia cognitivo-conductual en la que se presenta gradualmente al paciente situaciones angustiosas y se le enseña a afrontar los ataques de forma correcta y rápida (modo de exposición).
La terapia conductual utiliza a los psicólogos para enseñar habilidades de relajación, control de los síntomas físicos, formas de bloquear y «transformar» los pensamientos negativos.
Otro método para tratar el trastorno es la hipnoterapia, que consiste en que el paciente se deshaga de su miedo a los espacios cerrados durante las sesiones de hipnosis. Esta técnica es eficaz en muchos casos, pero no se puede garantizar al cien por cien la curación completa.