diciembre 14, 2024
Acustofobia

Acustofobia

Los sonidos nos rodean desde muchas direcciones distintas, estemos donde estemos. Pueden ser ruidosos o silenciosos. Pueden ser el funcionamiento de cualquier electrodoméstico, el ruido del agua hirviendo, el golpeteo de la perforadora del vecino, los ladridos de los perros al otro lado de la ventana, el ruido de las multitudes, el viento, el metro. Nos acostumbramos a ellos y sólo prestamos atención a los sonidos agudos: silbato, claxon, sirena, grito. Para nosotros es simplemente una señal de peligro o una advertencia. Pero hay gente que entra en pánico cuando ocurre. Es muy posible que padezcan acustofobia.

Llegar al fondo del asunto

La acustofobia (del griego acustikos, que significa «oír») es el miedo a los ruidos fuertes y repentinos, a los ruidos, a las voces, incluida la propia.

El paciente experimentará ansiedad e inquietud, incluso en previsión de tal irritante, que puede convertirse en un ataque de pánico.

Esta patología también se conoce como fonofobia o ligrofobia.

El aumento de la población en la Tierra, los avances tecnológicos y otros beneficios de la civilización han hecho que rara vez escuchemos las voces de la naturaleza. En casa, lo más frecuente es el sonido de las reformas, la música de la puerta de al lado (bastante alta y a menudo cacofónica), los coches que pasan y tocan el claxon al otro lado de la ventana, un televisor en marcha continuamente, una lavadora escurriendo la ropa. Cuando salimos a la calle oímos el ruido de multitudes, tráfico, discotecas y bares deportivos a todo volumen, fuegos artificiales y mucho más.

Acustofobia

Cada persona tiene una relación diferente con el sonido:

  • a algunos les gusta poner los altavoces a todo volumen para disfrutar del rock duro;
  • a otros les encantan los clásicos melódicos y tranquilos;
  • hay quien ignora los gritos de los niños que juegan en el patio y el traqueteo de los vecinos de arriba;
  • algunas personas sufren dolores de cabeza por todo lo anterior.

Una serie de sonidos agudos (el ladrido de un perro, el claxon de un coche, el sonido de un objeto pesado al caer, el tañido de una campana, una bocina) pueden alarmar, pero no asustar. Las personas con acustofobia se comportan de forma diferente: experimentan un miedo intenso con todas sus consecuencias. Temen:

  • el crujido de una puerta;
  • el sonido de un despertador;
  • un juguete musical o parlante;
  • una canción cantada con voz aguda;
  • el graznido de un cuervo;
  • un petardo o petardo;
  • tormentas, etc.

Este miedo irracional no debe confundirse con la hiperacusia – hipersensibilidad a los sonidos, que se asocia a trastornos auditivos y enfermedades del aparato auditivo.

Razones de acustofobia

Los especialistas creen que el miedo irracional a los ruidos fuertes puede estar causado por

  • genética: esta fobia puede heredarse en la familia;
  • un sonido incomprensible que se oye de pequeño y que asusta mucho al niño;
  • evento psicológico traumático provocado por un sonido fuerte (que lo precede o lo acompaña). Es una explosión, un disparo, un accidente. Su recuerdo permanece en el subconsciente y puede servir de excusa para recordarlo;
  • Imponer miedo. El miedo es «contagioso» bajo la influencia de familiares, amigos, medios de comunicación y libros;
  • películas de suspense y terror, en las que los acontecimientos ominosos se introducen mediante un sonido especial;
  • experiencias negativas – una acción que conduce a un resultado inesperado;
  • «fenómenos naturales ruidosos: terremoto, inundación, desprendimiento de rocas, huracán;
  • estrés, agotando el organismo;
  • migraña, traumatismos craneales, cefaleas en las que un sonido agudo provoca dolor.

Desgraciadamente, en la actualidad no existen métodos para prevenir esta fobia.

Síntomas de acustofobia

Recuerda que cuando escuchas música rock de un medio, al principio hay silencio, interrumpido de repente por un sonido fuerte. El fonofóbico, sobre todo si desconocía esta característica, experimenta calambres musculares. Le aterroriza incluso la visión de cualquier aparato que haga ruidos fuertes: altavoces, alarmas contra incendios. Sólo cuando haya presenciado el estallido de un globo, experimentará ansiedad por el mero hecho de verlo, esperando una hipotética explosión y un sonido áspero.

Todos los aparatos de reproducción de sonido (TV, radio, cine en casa) de un acústico-fóbico se ajustan inicialmente al nivel de volumen más bajo. Luego, mientras escucha, lo eleva muy gradualmente hasta un nivel cómodo.

Los afectados evitan aparecer en actos en los que se espera un desfile (puede haber bandas con platillos y tambores) o fuegos artificiales. Odian cualquier sorpresa relacionada con el ruido.

A estas personas les resulta difícil estar en lugares donde no pueden controlar el ruido. Puede ser una calle de la ciudad, un parque, un restaurante o cualquier otro lugar con mucha (o poca) gente. Un «quebradero de cabeza» especial para quienes padecen ligurofobia son los niños y los perros, ya que nunca se sabe cuándo van a ladrar o llorar (respectivamente). 

En las formas avanzadas, los afectados reaccionan negativamente no sólo a los sonidos repentinos, sino también a los sonidos suaves prolongados.

Las manifestaciones físicas de la acustofobia son las mismas que las de cualquier fobia o trastorno de ansiedad: signos de un ataque de pánico:

  • tensión interna;
  • tono muscular;
  • boca seca;
  • náuseas;
  • mareos;
  • entumecimiento;
  • aumento/disminución de la temperatura corporal y de la tensión arterial;
  • ritmo cardíaco acelerado;
  • sudoración profusa.

La persona está tan asustada que pierde el control de sí misma y es incapaz de razonar con lógica. No puede levantarse de su asiento y hablar; cree que está a punto de perder la cabeza o de morir. Si alguien a su alrededor presta atención a su estado en este momento, el ataque se intensificará.

Al cabo de un rato, cuando se tranquiliza, el individuo vuelve a la normalidad, calmándose. Pero no quiere que se repita. De ahí el fuerte deseo de no ir a ninguna parte y quedarse en casa. Es cierto que no siempre es posible estar en silencio, tan querido por los acustofobicos. Entonces entran en juego los tapones para los oídos. La agresividad hacia los vecinos ruidosos también es posible.

Acustofobia

Necesidad de tratamiento y especificidades de la terapia

El miedo a los ruidos fuertes ciertamente no es mortal, pero empeora significativamente la calidad de vida del paciente y de sus allegados, que se ven obligados a ser solidarios y a no acudir a lugares donde exista una fuente potencial de ruidos fuertes. A veces es incluso problemático tener un hijo en una familia así sin que se produzcan molestias. Esto puede provocar una ruptura en la pareja.

La evitación de la sociedad está además plagada de otros miedos inmotivados, incluido el miedo a las personas. Cualquier fobia altera la mente y puede conducir al desarrollo de un trastorno mental grave. Por lo tanto, siempre debe tratarse.

Sólo una persona con fuerza de voluntad puede librarse de la fobia acústica, y esas personas son raras.

Por ello, esta patología es tratada por psicoterapeutas o psicólogos clínicos. Se desarrolla de forma compleja.

Al igual que ocurre con los trastornos de ansiedad, lo primero que debe hacer un terapeuta es aliviar la ansiedad. Esto se hace utilizando:

  • antidepresivos;   
  • tranquilizantes;
  • neurolépticos.

El especialista prescribe un régimen y una dosis. El paciente no puede cambiar ninguna de estas prescripciones ni dejar de tomar la medicación. Si se permite que esto ocurra, las consecuencias pueden ser imprevisibles.

La psicoterapia se utiliza como complemento de la medicación y sus efectos se ven reforzados por ésta. En la actualidad, se tiende a utilizarla exclusivamente para eliminar el riesgo de efectos secundarios de la medicación.

El enfoque psicoterapéutico permite un resultado sostenido más seguro y rápido. Las técnicas utilizadas incluyen:

  • la terapia cognitivo-conductual permite averiguar la causa de la fobia y trabajarla «escarbando» en el subconsciente;
  • la psicocorrección consiste en simular una situación que permita al paciente afrontar su miedo;
  • autoentrenamiento: el entrenamiento ayuda a reducir los niveles de estrés y a aliviar la afección;
  • hipnosis. El especialista pone al paciente en trance y le obliga a reaccionar de la manera correcta. El hipnólogo analiza y reprograma el subconsciente, comprendiendo la verdadera causa de la fobia y cambiando la relación con ella. Este método es rechazado por muchos pacientes que no quieren que nadie «escarbe en sus cerebros», pero tales razones son totalmente erróneas. La hipnoterapia es bastante eficaz y eficiente.

Durante el tratamiento, el paciente aprende ejercicios de relajación y respiración. Estas medidas, así como el autoentrenamiento, ayudan al paciente en etapas posteriores de su vida.

Con las terapias adecuadas, el estricto cumplimiento de todas las recomendaciones del terapeuta y un fuerte deseo de deshacerse de la acustofobia, es posible lograr la recuperación completa del trastorno.